LA PARABOLA
"EL FARISEO
Y
EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS"
Shalom amados corderitos en Yahushua Ja Mashiyahj. Examinemos la parábola que aparece en Lucas 18: 9-14:
"Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: « Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:
"¡Oh Yahweh! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias."
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Yahweh! ¡Ten compasión de mí, que soy un pecador!"
"Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
Amados, el tema de «orar» hace que Lucas añada otra parábola, cuyo sentido, sin embargo, apunta a la recta actitud general del hombre con Yahweh. La introducción de Lucas está ya dirigida a los que a sí mismos se tenían por justos (Marcos 2: 17; Matt, 1:19), a los fariseos (Marcos 2: 17; Matt 3:7), que despreciaban sobre todo a los publicanos (Matt 5: 6). Orar en el Templo significaba orar en el acatamiento de Yahweh, en la intimidad que se consigue en el interior. Ordinariamente, muchos oraban de pié ( Marcos 11:25), no por mandato sino tal vez por la costumbre del momento.
La acción de gracias del fariseo (1:28; 17, 11-19) no puede agradar a Yahweh, queridos míos, pues procede de la equivocación fundamental de él no ser un pecador como los demás hombres, que son ladrones, inicuos y adúlteros. Como prueba de ello alega que él hace más de lo que está prescrito ("obras," sin embargo exteriores que, sin la disposición interior, no tienen valor ante Yahweh): él ayuna y paga el diezmo.
El publicano, empero, sólo tiene un pensamiento: 'No soy digno de presentarme delante de Yahweh porque soy un pecador." Y le pide compasión humildemente. Esta conciencia ha de llenar a todo hombre, de manera que se golpee arrepentido el pecho (como sede del corazón, Mt 5: 22), del cual brotan la rebeliones en el hombre.
«Y al tiempo del sacrificio vespertino, salí de la consternación en que había estado; y rasgado el manto y la túnica, arrodilléme, y alcé mis manos a Yahweh mi Elojim, diciendo:
"¡Oh Elojim mío!, estoy lleno de confusión y me averguenzo de levantar hacia Ti mi rostro, porque nuestras maldades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han subido hasta el cielo desde los días de nuestros padres; y además nosotros mismos hemos pecado gravemente hasta este día y por nuestras iniquidades hemos sido abandonados nosotros, y nuestros reyes, y nuestros sacerdotes en manos de los reyes de la tierra, y al cuchillo, y a la esclavitud, y al saqueo y a los oprobios, como aún en este día» (Esdras 5:4-10).
Yo os digo, dice el Amo abundando en otros pasajes relacionados: los dos son pecadores; pero sólo el que se confiesa y se arrepiente queda justificado (Romanos 3: 24), recibe el perdón de sus pecados y vuelve de nuevo a ser justo delante de Yahweh, por la gracia de Yahweh que lo hace nueva criatura sin mancha.
Amados, la frase final la ha trasladado Yahweh aquí de otros contextos para fundar la parábola: Sin embargo, en lo que precede, no se recalca tanto sobre la humillación (ni sobre el tema humildad-soberbia), sino sobre que el hombre se reconozca como pecador delante de Yahweh y se entregue a Su misericordia.
Se puede abundar mucho mas en esta parábola, queridos míos, e incluso se puede concluír que no somos salvos por obras nadamás, a pesar de que la Escritura nos ordena a ser hacedores de la Palabra. ¡Pero noten lo rápido que se puede caer en pecado al tener una actitud incorrecta!
Rafael
"Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: « Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:
"¡Oh Yahweh! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias."
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Yahweh! ¡Ten compasión de mí, que soy un pecador!"
"Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
Amados, el tema de «orar» hace que Lucas añada otra parábola, cuyo sentido, sin embargo, apunta a la recta actitud general del hombre con Yahweh. La introducción de Lucas está ya dirigida a los que a sí mismos se tenían por justos (Marcos 2: 17; Matt, 1:19), a los fariseos (Marcos 2: 17; Matt 3:7), que despreciaban sobre todo a los publicanos (Matt 5: 6). Orar en el Templo significaba orar en el acatamiento de Yahweh, en la intimidad que se consigue en el interior. Ordinariamente, muchos oraban de pié ( Marcos 11:25), no por mandato sino tal vez por la costumbre del momento.
La acción de gracias del fariseo (1:28; 17, 11-19) no puede agradar a Yahweh, queridos míos, pues procede de la equivocación fundamental de él no ser un pecador como los demás hombres, que son ladrones, inicuos y adúlteros. Como prueba de ello alega que él hace más de lo que está prescrito ("obras," sin embargo exteriores que, sin la disposición interior, no tienen valor ante Yahweh): él ayuna y paga el diezmo.
El publicano, empero, sólo tiene un pensamiento: 'No soy digno de presentarme delante de Yahweh porque soy un pecador." Y le pide compasión humildemente. Esta conciencia ha de llenar a todo hombre, de manera que se golpee arrepentido el pecho (como sede del corazón, Mt 5: 22), del cual brotan la rebeliones en el hombre.
«Y al tiempo del sacrificio vespertino, salí de la consternación en que había estado; y rasgado el manto y la túnica, arrodilléme, y alcé mis manos a Yahweh mi Elojim, diciendo:
"¡Oh Elojim mío!, estoy lleno de confusión y me averguenzo de levantar hacia Ti mi rostro, porque nuestras maldades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han subido hasta el cielo desde los días de nuestros padres; y además nosotros mismos hemos pecado gravemente hasta este día y por nuestras iniquidades hemos sido abandonados nosotros, y nuestros reyes, y nuestros sacerdotes en manos de los reyes de la tierra, y al cuchillo, y a la esclavitud, y al saqueo y a los oprobios, como aún en este día» (Esdras 5:4-10).
Yo os digo, dice el Amo abundando en otros pasajes relacionados: los dos son pecadores; pero sólo el que se confiesa y se arrepiente queda justificado (Romanos 3: 24), recibe el perdón de sus pecados y vuelve de nuevo a ser justo delante de Yahweh, por la gracia de Yahweh que lo hace nueva criatura sin mancha.
Amados, la frase final la ha trasladado Yahweh aquí de otros contextos para fundar la parábola: Sin embargo, en lo que precede, no se recalca tanto sobre la humillación (ni sobre el tema humildad-soberbia), sino sobre que el hombre se reconozca como pecador delante de Yahweh y se entregue a Su misericordia.
Se puede abundar mucho mas en esta parábola, queridos míos, e incluso se puede concluír que no somos salvos por obras nadamás, a pesar de que la Escritura nos ordena a ser hacedores de la Palabra. ¡Pero noten lo rápido que se puede caer en pecado al tener una actitud incorrecta!
Rafael